XI CONGRESO de la FUNDACIÓN EUROPEA PARA EL PSICOANÁLISIS
BARCELONA - 24, 25 y 26 de Marzo de 2017
EL SUJETO QUE SUFRE
Desafíos actuales para la clínica psicoanalítica y la clínica psiquiátrica
La Fundación fue creada para intentar responder a los problemas cruciales que enfrenta el psicoanálisis en nuestros días, tanto desde un punto de vista ético como político, y activar las posibles actuaciones de los psicoanalistas de un modo transversal, más allá de la pertenencia institucional o no, de cada cual.
En francés, "le sujet en souffrance" quiere decir a la vez, el sujeto que sufre y el sujeto a la espera. Sufre justamente porque aún no ha podido realizarse efectivamente, a causa de un goce que lo retiene estancado. No obstante, insiste repetitivamente mediante su síntoma, para que alguien lo escuche verdaderamente.
La biomedicalización de la atención psiquiátrica, es decir, los manuales clasificatorios que multiplican los diagnósticos, sin remitirlos a la estructura que determina los síntomas bajo el presupuesto de que los "trastornos" se deberían a problemas de la bioquímica cerebral, y por ende, políticas sanitarias que promueven el uso masivo de los psicofármacos a pesar de las investigaciones que ponen en entredicho su eficacia, tienden a forcluir la dimensión singular de cada sujeto, y por ende a impedir la escucha.
De esta forma, los psiquiatras, se ven en la posición de contener o controlar el malestar, sin poder atender aquello que está más allá de la demanda del sujeto, y sin el placer que experimentaban antaño los psiquiatras clásicos por la investigación científica que desarrollaban. De allí el malestar de los más lúcidos.
Los psicólogos que aplican las terapias cognitivo-conductuales también están cuestionando el uso masivo de psicofármacos, pero en la aplicación de su técnica se dirigen al sujeto psicológico, consciente, con el objetivo de readaptar su comportamiento, a pesar de que las neurociencias han establecido con claridad que la mayor parte de nuestra actividad psíquica es inconsciente.
No obstante, hay una diferencia fundamental entre el inconsciente cognitivo y lo inconsciente psicoanalítico. El inconsciente cognitivo, coincide a grandes rasgos con lo que Freud describía como preconsciente: aquello que podía ser consciente con un cierto esfuerzo de atención.
En cambio, lo inconsciente para el psicoanálisis es aquello reprimido, renegado o rechazado por el sujeto, justamente porque es inaceptable para su consciencia. El síntoma en este sentido, expresa la división misma del sujeto, que es el resultado de su incorporación al lenguaje. Incorporación traumática puesto que implica la pérdida de nuestro ser como vivientes, introduciendo en el ser hablante una carencia constituyente, de la que nada quiere saber.
El lenguaje nos humaniza, pero al mismo tiempo nos aliena a los significantes del Otro (la madre, el padre, la familia, etc.). Hay un saber que el sujeto no sabe, que le es ajeno, inconsciente, y que, no obstante, determina su deseo y sus modalidades de goce, afectando su propio cuerpo.
De allí que lo traumático rechazado, renegado o reprimido retorne en sus síntomas, esperando una escucha que haga posible que la verdad de la carencia sea reconocida -aunque sea en un medio-decir- y que el duelo pueda llevarse a cabo.
Esto requiere una orientación de la cura a la que el psicoanálisis puede aportar, porque implica que aquel que la dirige, se ubique paradojalmente, en el lugar de aquello que causa el deseo, en el lugar de la carencia, para que el sujeto sea el agente de su elaboración, y no el paciente de una terapia, ya sea aquella que cercena su palabra con el medicamento, o la que busca dirigir su conciencia y su acción.
El desafío para nuestras disciplinas, es ético y político a la vez. El sujeto que acude a nosotros con su síntoma, su sufrimiento y su dolor, requiere tiempo para efectuar el duelo no sólo de aquello que ha desencadenado en lo actual su malestar, sino de lo que el conflicto o la pérdida en el presente, evoca de su traumatismo constituyente.
El tiempo, debido al discurso capitalista en el que nos movemos, es aquello que está siendo forcluido en la atención psiquiátrica y psicológica, en función de una supuesta eficacia. Y con ello, el sujeto, olvidando que, como decía Lacan, es el tiempo.
BARCELONA - 24, 25 y 26 de Marzo de 2017
EL SUJETO QUE SUFRE
Desafíos actuales para la clínica psicoanalítica y la clínica psiquiátrica
La Fundación fue creada para intentar responder a los problemas cruciales que enfrenta el psicoanálisis en nuestros días, tanto desde un punto de vista ético como político, y activar las posibles actuaciones de los psicoanalistas de un modo transversal, más allá de la pertenencia institucional o no, de cada cual.
En francés, "le sujet en souffrance" quiere decir a la vez, el sujeto que sufre y el sujeto a la espera. Sufre justamente porque aún no ha podido realizarse efectivamente, a causa de un goce que lo retiene estancado. No obstante, insiste repetitivamente mediante su síntoma, para que alguien lo escuche verdaderamente.
La biomedicalización de la atención psiquiátrica, es decir, los manuales clasificatorios que multiplican los diagnósticos, sin remitirlos a la estructura que determina los síntomas bajo el presupuesto de que los "trastornos" se deberían a problemas de la bioquímica cerebral, y por ende, políticas sanitarias que promueven el uso masivo de los psicofármacos a pesar de las investigaciones que ponen en entredicho su eficacia, tienden a forcluir la dimensión singular de cada sujeto, y por ende a impedir la escucha.
De esta forma, los psiquiatras, se ven en la posición de contener o controlar el malestar, sin poder atender aquello que está más allá de la demanda del sujeto, y sin el placer que experimentaban antaño los psiquiatras clásicos por la investigación científica que desarrollaban. De allí el malestar de los más lúcidos.
Los psicólogos que aplican las terapias cognitivo-conductuales también están cuestionando el uso masivo de psicofármacos, pero en la aplicación de su técnica se dirigen al sujeto psicológico, consciente, con el objetivo de readaptar su comportamiento, a pesar de que las neurociencias han establecido con claridad que la mayor parte de nuestra actividad psíquica es inconsciente.
No obstante, hay una diferencia fundamental entre el inconsciente cognitivo y lo inconsciente psicoanalítico. El inconsciente cognitivo, coincide a grandes rasgos con lo que Freud describía como preconsciente: aquello que podía ser consciente con un cierto esfuerzo de atención.
En cambio, lo inconsciente para el psicoanálisis es aquello reprimido, renegado o rechazado por el sujeto, justamente porque es inaceptable para su consciencia. El síntoma en este sentido, expresa la división misma del sujeto, que es el resultado de su incorporación al lenguaje. Incorporación traumática puesto que implica la pérdida de nuestro ser como vivientes, introduciendo en el ser hablante una carencia constituyente, de la que nada quiere saber.
El lenguaje nos humaniza, pero al mismo tiempo nos aliena a los significantes del Otro (la madre, el padre, la familia, etc.). Hay un saber que el sujeto no sabe, que le es ajeno, inconsciente, y que, no obstante, determina su deseo y sus modalidades de goce, afectando su propio cuerpo.
De allí que lo traumático rechazado, renegado o reprimido retorne en sus síntomas, esperando una escucha que haga posible que la verdad de la carencia sea reconocida -aunque sea en un medio-decir- y que el duelo pueda llevarse a cabo.
Esto requiere una orientación de la cura a la que el psicoanálisis puede aportar, porque implica que aquel que la dirige, se ubique paradojalmente, en el lugar de aquello que causa el deseo, en el lugar de la carencia, para que el sujeto sea el agente de su elaboración, y no el paciente de una terapia, ya sea aquella que cercena su palabra con el medicamento, o la que busca dirigir su conciencia y su acción.
El desafío para nuestras disciplinas, es ético y político a la vez. El sujeto que acude a nosotros con su síntoma, su sufrimiento y su dolor, requiere tiempo para efectuar el duelo no sólo de aquello que ha desencadenado en lo actual su malestar, sino de lo que el conflicto o la pérdida en el presente, evoca de su traumatismo constituyente.
El tiempo, debido al discurso capitalista en el que nos movemos, es aquello que está siendo forcluido en la atención psiquiátrica y psicológica, en función de una supuesta eficacia. Y con ello, el sujeto, olvidando que, como decía Lacan, es el tiempo.