Prolegómeno 3: XIV Jornada de las FCCL - "Diagnóstico y tratamiento de las neurosis, sin excluir al sujeto"
PROLEGÓMENO 3
La palabra diagnosis, que ya aparece en los tratados de Hipócrates, no tenía en aquellos tiempos el sentido puramente médico de hoy día. Entonces, para el sabio griego, diagnosis portaba un sentido similar al de conocer, pero conocer de un modo peculiar: discernir, diferenciar, distinguir.
No fue hasta el Renacimiento que el vocablo adquirió el significado que ahora se le da, y que implica la emisión de un juicio acerca de lo que, respecto de una enfermedad, se reconoce en sus síntomas.
Podría decirse que el diagnóstico, al menos en el terreno médico, y por extensión psiquiátrico y psicológico, posee un carácter científico que no tenía en los tiempos hipocráticos. Diagnosticar sería pues, un proceso con varias fases: Reconocimiento de síntomas, de señales, del trastorno. Comparación con los criterios nosológicos pertinentes, normalmente basados en muestreos estadísticos. Toma de decisión respecto al nombre que cabe atribuir al trastorno en función de los parámetros anteriores.
Todo muy higiénico, muy depurado. Muy desprovisto de variables incognoscibles o inefables que puedan alterar la prístina presentación de los datos. Como proceso científico, o al menos con pretensiones de serlo, el diagnóstico de hoy siempre deja de lado algo. Y no hace falta decir qué, puesto que el título de esta Jornada de los Colegios Clínicos ya nos lo señala.
Para Hipócrates, padre de la Medicina, diagnosis implicaba la diferencia. Justo lo que caracteriza a un sujeto, pues desde Lacan sabemos que el sujeto es pura diferencia. ¿Quiere esto decir que en la Antigüedad se tenía en cuenta al sujeto, no se le excluía? Sí. Quiero decir eso.
A lo largo del tiempo, en el avance pasmoso de la ciencia médica y demás disciplinas mejor o peor asociadas, no cabe duda de que se ha llegado lejos. Hoy podemos conocer como jamás antes qué pasa dentro del organismo, en sus niveles incluso subatómicos. Pero ahí, en lo infinitamente pequeño no está el sujeto. El organismo, gracias al lenguaje, deviene cuerpo que representa al sujeto en el mundo de los cuerpos. Es un cuerpo pensado y por eso el sujeto sigue siendo el efecto de una diferencia, de un corte. Lo cual también diferencia al Psicoanálisis de la Medicina, la Psiquiatría y la Psicología. Porque es en la diferencia, radical incluso, donde suele sostenerse un análisis: la diferencia que implica el significante. Para las ciencias, esas que hoy se dicen de la Salud, el diagnóstico uniforma, mimetiza, aglutina. Pues según el criterio nosológico, somos esto o aquello, blancos o negros, azules o rojos. ¿Cabe algún diagnóstico que no uniformice?
Es un axioma repetido entre nosotros: el Psicoanálisis se sitúa en la atención del caso por caso. Porque no excluye al sujeto. No puede, por otro lado, hacer tal. Pues si lo hiciera ya no sería Psicoanálisis. Sería análisis de otra cosa, pero no aquello que Freud inventó.
Sabino Cabeza. Col·legi de Clínica Psiconalítica de Valencia
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PROLEGÓMENO 3
La palabra diagnosis, que ya aparece en los tratados de Hipócrates, no tenía en aquellos tiempos el sentido puramente médico de hoy día. Entonces, para el sabio griego, diagnosis portaba un sentido similar al de conocer, pero conocer de un modo peculiar: discernir, diferenciar, distinguir.
No fue hasta el Renacimiento que el vocablo adquirió el significado que ahora se le da, y que implica la emisión de un juicio acerca de lo que, respecto de una enfermedad, se reconoce en sus síntomas.
Podría decirse que el diagnóstico, al menos en el terreno médico, y por extensión psiquiátrico y psicológico, posee un carácter científico que no tenía en los tiempos hipocráticos. Diagnosticar sería pues, un proceso con varias fases: Reconocimiento de síntomas, de señales, del trastorno. Comparación con los criterios nosológicos pertinentes, normalmente basados en muestreos estadísticos. Toma de decisión respecto al nombre que cabe atribuir al trastorno en función de los parámetros anteriores.
Todo muy higiénico, muy depurado. Muy desprovisto de variables incognoscibles o inefables que puedan alterar la prístina presentación de los datos. Como proceso científico, o al menos con pretensiones de serlo, el diagnóstico de hoy siempre deja de lado algo. Y no hace falta decir qué, puesto que el título de esta Jornada de los Colegios Clínicos ya nos lo señala.
Para Hipócrates, padre de la Medicina, diagnosis implicaba la diferencia. Justo lo que caracteriza a un sujeto, pues desde Lacan sabemos que el sujeto es pura diferencia. ¿Quiere esto decir que en la Antigüedad se tenía en cuenta al sujeto, no se le excluía? Sí. Quiero decir eso.
A lo largo del tiempo, en el avance pasmoso de la ciencia médica y demás disciplinas mejor o peor asociadas, no cabe duda de que se ha llegado lejos. Hoy podemos conocer como jamás antes qué pasa dentro del organismo, en sus niveles incluso subatómicos. Pero ahí, en lo infinitamente pequeño no está el sujeto. El organismo, gracias al lenguaje, deviene cuerpo que representa al sujeto en el mundo de los cuerpos. Es un cuerpo pensado y por eso el sujeto sigue siendo el efecto de una diferencia, de un corte. Lo cual también diferencia al Psicoanálisis de la Medicina, la Psiquiatría y la Psicología. Porque es en la diferencia, radical incluso, donde suele sostenerse un análisis: la diferencia que implica el significante. Para las ciencias, esas que hoy se dicen de la Salud, el diagnóstico uniforma, mimetiza, aglutina. Pues según el criterio nosológico, somos esto o aquello, blancos o negros, azules o rojos. ¿Cabe algún diagnóstico que no uniformice?
Es un axioma repetido entre nosotros: el Psicoanálisis se sitúa en la atención del caso por caso. Porque no excluye al sujeto. No puede, por otro lado, hacer tal. Pues si lo hiciera ya no sería Psicoanálisis. Sería análisis de otra cosa, pero no aquello que Freud inventó.
Sabino Cabeza. Col·legi de Clínica Psiconalítica de Valencia
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